Fue en 1949, durante una conferencia en el Colegio de Abogados de Buenos Aires, que el destacado jurista uruguayo Eduardo J. Couture Etcheverry presentó lo que hoy conocemos como El decálogo del abogado.
Si bien Couture tuvo una importante carrera en el ejercicio de la abogacía, y además como catedrático y escritor, esta obra ha sido la que ha marcado a generaciones de abogados en toda América latina, por rescatar los principios éticos que deben regir la profesión.
El derecho se transforma constantemente. Si no sigues sus pasos, serás cada día un poco menos abogado.
El derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando.
La abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de las causas justas.
Tu deber es luchar por el derecho; pero el día en que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia.
Sé leal con tu cliente, al que no debes abandonar hasta que comprendas que es indigno de ti. Leal para con el adversario, aun cuando él sea desleal contigo.
Leal para con el juez, que ignora los hechos y debe confiar en lo que tú dices; y que, en cuanto al derecho, alguna que otra vez debe confiar en el que tú le invocas.
Tolera la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea tolerada la tuya.
En el derecho, el tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración.
Ten fe en el derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia, como destino normal del derecho; en la paz, como sustitutivo bondadoso de la justicia.
Y sobre todo, ten fe en la libertad, sin la cual no hay derecho, ni justicia ni paz.
La abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fueras cargando tu alma de rencor, llegará un día en que la vida será imposible para ti.
Concluido el combate, olvida tan pronto tu victoria como tu derrota.
Trata de considerar la abogacía de tal manera, que el día en que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti, proponerle que se haga abogado.
Eduardo Couture logró plasmar un verdadero código ético, que va más allá de las normas jurídicas y se adentra en el corazón mismo de la profesión de abogado.
Son diez directrices fundamentales que todo abogado debe seguir para ejercer con integridad y honorabilidad su profesión y hacer del derecho un instrumento de justicia.
La trascendencia de esta guía se debe a:
Eduardo Couture no solo presenta reglas prácticas, sino que profundiza en la ética subyacente del derecho y la profesión legal.
Sus postulados reflejan la esencia de lo que significa ser abogado:
Se refleja en el mandamiento 4, cuando indica “el día en que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia”.
Que debe tener el abogado hacia el cliente, el adversario y el juez.
Cuando indica la importancia de que el abogado sea reflexivo y ocupe su intelecto para ejercer la profesión, ya que “el derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando”.
Aunque Couture era un jurista uruguayo, los principios que expone trascienden las fronteras geográficas y culturales. Los valores que asocia al derecho son universales y aplicables en cualquier contexto legal, lo que ha contribuido a la relevancia perdurable de su obra.
Ya sea al ganar o perder el caso, este autor insta al abogado a seguir adelante sin la carga del rencor hacia el juez o adversario. En su mandamiento 9 nos dice “concluido el combate, olvida tan pronto tu victoria como tu derrota”.
Dentro de los mandamientos, considera el orgullo que significa que un hijo o hija quiera seguir el camino de la abogacía, “el día en que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti, proponerle que se haga abogado”.
Un punto destacable dentro de estos textos, es la profunda confianza en el derecho como motor de la sociedad. En su decálogo, Couture indica “ten fe en el derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana”.
Asimismo, tiene la convicción de “la justicia, como destino normal del derecho” y de “la paz, como sustitutivo bondadoso de la justicia”.
Por último, enfatiza “ ten fe en la libertad, sin la cual no hay derecho, ni justicia ni paz”.
En su decálogo, el autor uruguayo no solo ofrece un conjunto de reglas éticas, sino que también proporciona un camino hacia la excelencia profesional. Sus mandamientos no son simples recomendaciones, sino una filosofía de vida para aquellos que eligen el ejercicio de la profesión para servir a la justicia y la defensa de los derechos de sus clientes.
Además, inspira a quienes recién comienzan el camino de la abogacía, y también a aquellos que -con años de carrera- necesitan recordar los principios por los cuales eligieron dedicar su vida a la lucha por el derecho y la justicia de cada persona.