En el mundo legaltech, donde la tecnología y el derecho trabajan en conjunto para transformar la industria legal, es esencial comprender la base sobre la cual descansa nuestro sistema jurídico y la justicia: la doctrina del derecho.
Su importancia radica en que es un pilar fundamental para los casos, sentencias y en la evolución de la jurisprudencia.
Lo primero es entender que la doctrina es un concepto distinto a la jurisprudencia.
La doctrina jurídica se refiere al conjunto de principios, teorías y opiniones que los juristas, académicos y expertos legales desarrollan y debaten para interpretar y entender las leyes y el derecho.
En otras palabras, podríamos decir que es la ciencia y sabiduría del derecho.
La doctrina es la fuente a la que acuden los profesionales del derecho (jueces, magistrados, abogados) para aplicar la ley en tribunales conforme a su verdadero sentido y objetivo.
A diferencia de la jurisprudencia, que se deriva de sentencias y decisiones específicas de los jueces, la doctrina en el derecho se construye a través de la reflexión y el análisis académico de los juristas sobre principios legales.
Es crucial distinguir entre doctrina y jurisprudencia, pues ambas son fundamentales para entender el sistema del derecho.
Mientras que la formación de la jurisprudencia es a partir de las decisiones reales de jueces y tribunales que derivan en las sentencias, la doctrina es el fruto del análisis, la investigación y la interpretación del derecho llevada a cabo por juristas y especialistas legales, los cuales entregan su sabiduría en pos de la justicia. Ellos entregan criterios sobre los cuales regirse para realizar la interpretación de la ley.
La jurisprudencia establece precedentes legales específicos emanados de las sentencias y decisiones de los jueces en los distintos casos, mientras que la doctrina proporciona un marco conceptual del derecho más amplio que guía la interpretación y aplicación de la ley y las normas.
La distinción entre doctrina y jurisprudencia se torna especialmente interesante al analizar los sistemas legales cuyo derecho se rige por códigos (texto escrito) y aquellos arraigados en la tradición anglosajona, ya que ahí difieren respecto del carácter obligatorio y vinculante.
En países con sistemas legales basados en códigos, como los de tradición romano-germánica (entre ellos Chile), la doctrina se refiere a los principios y teorías del derecho desarrollados por expertos legales, académicos y juristas, así como sus opiniones y criterios respecto de las leyes y normas.
Estos principios actúan como guías interpretativas para comprender y aplicar la ley codificada.
En esta materia, la doctrina (y no la jurisprudencia) cumple la función de proporcionar un marco conceptual del derecho que ayuda a llenar los vacíos de la ley y aclarar ambigüedades presentes en los códigos para que jueces y abogados puedan aplicar el derecho.
Por otro lado, la jurisprudencia en sistemas de códigos se origina principalmente a través de las decisiones de los jueces que aplican e interpretan las disposiciones del derecho establecidas en los códigos en los tribunales.
A diferencia de la doctrina, estas decisiones contribuyen a la formación de precedentes legales específicos del derecho que deben seguirse en casos similares.
En contraste, en los países de tradición anglosajona, como el Reino Unido y los Estados Unidos, la jurisprudencia ocupa un lugar más prominente en la formación del derecho que la doctrina que entregan los juristas.
Aquí, los jueces emiten decisiones en tribunales que se convierten en precedentes vinculantes, dando forma al contenido de las leyes.
La jurisprudencia, en contraste con la doctrina, se convierte en una fuente primaria del derecho, y la interpretación de las leyes se basa en gran medida en sentencias de casos judiciales anteriores.
En este contexto, la doctrina en países de tradición anglosajona tiende a tener un papel más secundario en materia de derecho en comparación con los sistemas basados en códigos.
Aunque existe, la doctrina no tiene el mismo peso vinculante que la jurisprudencia.
En este sentido, la principal diferencia radica en que la jurisprudencia tiene carácter obligatorio y vinculante al momento de aplicar la ley. En cambio, la doctrina jurídica es una fuente que guía sobre cómo aplicar la ley, pero no tiene carácter obligatorio y vinculante en el derecho.
En el contexto legal de Chile, la consulta y estudio de la doctrina jurídica adquieren una doble relevancia, siendo esenciales tanto para una comprensión más profunda y efectiva del derecho como para la aplicación diaria que realizan los jueces.
La actual doctrina jurídica en Chile se nutre y encuentra inspiración principalmente en corrientes extranjeras, con un especial énfasis en la influencia del derecho europeo.
Las raíces de la organización administrativa chilena se remontan a las normas e instituciones de la época colonial española. Sin embargo, no podemos pasar por alto la significativa influencia de la Ilustración francesa a fines del siglo XVIII, la cual motivó en Latinoamérica la búsqueda de una identidad autónoma, liberándose de las monarquías europeas y dando origen a la creación de nuevos Estados con sus sistemas de derecho.
La doctrina en el derecho desempeña un papel vital al proporcionar una guía interpretativa de la ley. Estos criterios se materializan en literatura especializada que orienta la toma de decisiones de los jueces para emitir las sentencias.
La relevancia de la doctrina jurídica radica en su capacidad para llenar los vacíos legales del derecho, aclarar ambigüedades de las normas y promover una interpretación y organización coherente de las leyes, por lo que es necesaria para defensores, fiscales, jueces y todo el sistema de tribunales.
En la era legaltech, donde la rapidez y la eficiencia son clave, contar con una doctrina sólida facilita la creación y la implementación de soluciones tecnológicas legales más precisas y eficaces, que sean acordes al contenido del derecho vigente.
La doctrina desde la visión del derecho desempeña un papel crucial en materias como la tecnología, donde los avances son rápidos y las leyes luchan por mantenerse al día.
Aquí, algunas razones que destacan su importancia:
La doctrina en el derecho proporciona un marco flexible y adaptable para interpretar y aplicar las leyes a situaciones novedosas.
En el ámbito tecnológico y en la ciencia, donde surgen constantemente innovaciones, la capacidad de adaptación de la doctrina es esencial para tomar decisiones, llenar lagunas legales y abordar en conjunto nuevos escenarios que surgen en el derecho, y que pueden derivar a acciones en tribunales.
La doctrina sirve como guía para la creación de nueva legislación.
En el contexto tecnológico, donde los legisladores pueden no tener un conocimiento profundo en cuestiones de carácter científico e innovación, la doctrina proporciona una base conceptual.
Los criterios y la opinión fundamentada de juristas entregan el sentido sobre el cual pueden construir en conjunto nuevas leyes y normas para regular tecnologías emergentes y así asegurar que estén conformes al derecho.
Al establecer principios y teorías fundamentales en literatura especializada, la doctrina contribuye a la coherencia y consistencia en la interpretación y aplicación de la ley.
Esto es especialmente valioso en ámbitos tecnológicos, materias donde la falta de coherencia puede generar incertidumbre legal y obstaculizar los estudios y adopción de nuevas tecnologías al considerar que no se ajustan al derecho.
Además, en el campo de la ciencia y la tecnología, donde las leyes a menudo no pueden anticipar todos los escenarios posibles, la doctrina en el derecho es una vía para llenar los vacíos legales en casos específicos.
Los juristas proporcionan orientación en el derecho para abordar cuestiones éticas, técnicas y jurídicas emergentes que pueden no haber sido contempladas por la legislación existente, y que requieren opiniones de abogados expertos en dicha materia legal.
La doctrina establece principios éticos que pueden guiar el desarrollo y la implementación de la ciencia y la tecnología. Esto es esencial para garantizar que las innovaciones en estas materias respeten el derecho y el carácter ético de la sociedad, y así exista un trabajo en conjunto con esta finalidad.
Los estudios de juristas proporcionan una obra teórica sólida, así la doctrina en el derecho contribuye a la promoción de la innovación responsable.
Ayuda a los profesionales del derecho (abogados y jueces), legisladores y desarrolladores tecnológicos a considerar y abordar las implicaciones legales y éticas de nuevas tecnologías desde las etapas iniciales de su desarrollo.
La doctrina jurídica actúa como un puente entre el derecho y otros campos, facilitando el diálogo interdisciplinario.
En el ámbito tecnológico, donde la colaboración entre expertos legales, científicos, ingenieros y otros profesionales es esencial, la doctrina en el derecho proporciona un lenguaje común y un marco conceptual conjunto. Así, la discusión previa es esencial para hacer los estudios necesarios que permitan evitar conflictos y que los casos lleguen a tribunales.
Para ilustrar el peso de la doctrina en el derecho, consideremos casos en el ámbito de la inteligencia artificial y la protección de datos.
Mientras que la jurisprudencia puede ofrecer orientación sobre casos específicos de violación de datos, la doctrina jurídica contribuiría al desarrollo de principios generales que guíen la aplicación de la ley de protección de datos en el contexto de la inteligencia artificial.
Así, entregaría orientación para el desarrollo de softwares que garanticen la privacidad de los datos desde sus inicios, integrando medidas de seguridad y cumplimiento normativo, para que estén acordes al derecho vigente.
Por lo mismo, la aplicación de la Inteligencia Artificial debe necesariamente ajustarse a derecho y no puede recopilar datos sin el consentimiento respectivo, ya que debe ajustarse a la doctrina que resguarda la privacidad de los individuos.
De esta manera, contar con una doctrina robusta en nuestro derecho es un elemento fundamental para afrontar todos los desafíos que se presentan en materia de nuevas tecnologías.